El uso de la leche como
alimento, se remonta a más de 3500 años antes de Cristo, y a lo largo
del tiempo, las diferentes culturas la han aprovechado de distintas
maneras.
En las proximidades de
Ur, antigua Caldea, se han
descubierto bajorrelieves que se habían realizado entre el 3.100 y 3.500
antes de Cristo; estos muestran el ordeñe de dos vacas y la fabricación
de manteca, operaciones realizadas por sacerdotes del templo de la diosa
Nin-Har-Sag (protectora del ganado). Los bajorrelieves pertenecían a los
sumerios, que invadieron Caldea entre 4.000 y 5.000 años antes de Cristo,
por lo que se supone que las prácticas lecheras de este pueblo se
remontan aún más atrás en el tiempo.
Alimento por excelencia, la leche ha sido usada como
medicina y cosmética en las antiguas civilizaciones. Hipócrates, que
vivió en Grecia 400 años A.C. y es considerado el padre de la medicina,
recetaba leche fresca de vaca como antídoto eficaz para casos de
envenenamiento. Además, mezcladas con otras sustancias como vino, agua y
miel, entre otras, la leche era indicada para curar inflamaciones, fiebre
y afecciones en la garganta. En el Imperio Romano se consideraba que la
leche poseía propiedades rejuvenecedoras.
Durante gran parte de la edad Media el ganado era
habitualmente usado para arrastrar instrumentos de labranza o para la producción
de carne, y la leche era considerada un producto secundario. El consumo de leche
se reservaba para servir a la subsistencia de sirvientes y artesanos. Si existía
leche sobrante se la transformaba en manteca o queso, como manera de conservar
las propiedades nutricionales del alimento.
Aun con la expansión del comercio iniciada alrededor del
siglo XIII y el incremento de la actividad mercantil, la leche siguió siendo un
producto de bajo consumo, puesto que sólo podía ser conservada durante unas
pocas horas. Así, mientras la evolución de las sociedades humanas iba
transformando las pequeñas aldeas en grandes ciudades, aparecían problemas de
abastecimiento de productos frescos para esa creciente población urbana.
Llegando al siglo XIX comienza la producción industrial.
El incremento de la población urbana, el desarrollo del
transporte y el incremento del número de cabezas de ganado introdujeron nuevas
perspectivas para la producción y distribución de la leche. Pero seguía sin
resolverse el problema del abastecimiento frente a una demanda en aparición: el
sistema de transporte de productos frescos era todavía insuficiente y los
adelantos alcanzados no lograban ampliar su período de conservación. Además,
el ordeñe aún era realizado precariamente en los establos, mientras que los
envases presentaban serias deficiencias higiénicas.
A mediados del siglo XIX, los descubrimientos de Louis
Pasteur representaron la primera victoria de la ciencia contra la acción de
toxinas y microorganismos potencialmente patógenos, y permitieron además,
conservar por más tiempo las propiedades nutritivas y digestivas de los
alimentos.
El tratamiento térmico (pasteurización) de la leche
cruda, el descremado mecánico (separadores centrífugos) y el desarrollo de las
técnicas de enfriamiento de los alimentos, sumados a otros avances, permitieron
hacia fines del siglo XIX la modificación de la producción industrial de la
leche y sus derivados. La producción lechera alcanzó así un grado importante
de expansión y desarrollo a partir del siglo XX, al destinarse grandes
extensiones de tierra exclusivamente para le producción lechera, tanto en
Europa como en Estados Unidos.
A lo largo de la historia de la humanidad, el tema de la
alimentación demandó muy poca atención por parte de las disciplinas
relacionadas con el cuidado de la salud. Pero la Primera guerra mundial puso en
evidencia que gran parte de los soldados estaba en condiciones deficientes de
nutrición.
Esto ocasionó una toma obligada de conciencia que, una vez
terminada la guerra dio lugar a un importante movimiento a favor de la buena
alimentación; que situó en un lugar relevante la necesidad de una alimentación
más higiénica y saludable.
Así fue como después de la Segunda guerra mundial se
produjo una revolución con el logro de mayores niveles de productividad lechera
de los ganados. Estos avances estimularon el establecimiento nuevas plantas
productoras que multiplicaron las posibilidades de industrialización de la
leche.
A partir de entonces, los procesos tecnológicos fueron
perfeccionándose hasta llegar al actual grado de desarrollo que exhibe la
industria láctea mundial.
En las últimas décadas, la innovación industrial y los
avances científicos han permitido lograr desarrollos muy significativos en la
industria láctea, convirtiendo a los productos lácteos en un bien de fácil
acceso para gran parte de la población; ya que se ha llegado a la concienciación
de que es muy poco probable que un alimento contenga todos los nutrientes
presentes en un simple vaso de leche.
Hoy, la leche y sus derivados ocupan un lugar privilegiado
entre los consumos alimentarios naturales de las grandes ciudades.
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